NOWTRAIL




¿Somos dueños de algo hoy en día? Crítica al modelo de suscripción perpetua

Es comprensible que con el paso del tiempo los precios suban. La inflación no es una novedad: en 1900, un kilo de pan podía costar apenas 0,25 pesetas, mientras que hoy ronda los 2 euros. Y no, no es un abuso desmedido: simplemente se imprime más dinero, el valor cambia, y el coste de la vida sube. Hasta aquí, todo normal. Lo que no es normal —ni sano— es la transformación silenciosa que estamos viviendo en cómo consumimos. Ya no compramos, nos suscribimos.

Estamos entrando en una era en la que no somos propietarios de nada. Y lo peor: lo aceptamos como si fuera progreso.

Hemos pasado de pagar una entrada de cine para ver una película, a pagar una mensualidad por varias plataformas de streaming. ¿Ganamos acceso? Sin duda. ¿Pagamos menos? No. De hecho, estudios recientes demuestran que muchos hogares hoy en día gastan más dinero en entretenimiento audiovisual que cuando solo existía el cine o la televisión por cable. Y por si fuera poco, ahora llegan los planes «baratos» con publicidad, lo que nos convierte en espectadores de la antigua televisión pero pagando por ello. Un combo ganador… para ellos, claro.

Los videojuegos, otrora productos tangibles que venían con manual, póster y caja, han mutado en licencias digitales por casi el doble de precio. Juegos incompletos, actualizaciones eternas, contenido extra que se vende por separado. Y si quieres jugar online, ¡paga una suscripción! Literalmente pagas para poder seguir usando lo que ya has comprado. Un sinsentido convertido en norma.

Y esto no para. Comprar un coche nuevo al contado suena a utopía. Hoy te lo fraccionan, te lo pintan bonito, y justo cuando terminas de pagarlo, te insinúan que cambies a uno nuevo y sigas pagando cuotas. Nunca dejas de pagar. Al igual que la telefonía móvil: si los gama alta siguen subiendo de precio, no es descabellado imaginar un futuro en el que directamente renting de móviles sea el estándar. Ya está ocurriendo con ordenadores, con herramientas de trabajo, incluso con cafeteras.

Las apps antes se compraban. Ahora se descargan gratis, sí… pero si quieres algo útil, tienes que suscribirte. Los servicios de Adobe, Microsoft, Notion, Canva… todos han adoptado este modelo. Paga cada mes. Para siempre. Como si tuvieras una hipoteca con cada empresa.

Incluso el software de coches ya no es tuyo. Marcas como BMW probaron a cobrar por funcionalidades como los asientos calefactables, disponibles solo si pagas una cuota. ¿En serio? ¿Pagar una suscripción para que funcione algo que físicamente ya está en tu coche?

El modelo de suscripción se ha normalizado tanto que ya ni lo cuestionamos. Y sin darnos cuenta, hemos pasado de una economía de propiedad a una economía de renta. Todo alquilado. Todo efímero. Nada es tuyo.

¿Hemos salido ganando? Depende de a quién le preguntes. Las empresas han encontrado la gallina de los huevos de oro, y nosotros, consumidores, nos hemos vuelto pagadores pasivos de cuotas que se acumulan. ¿Querías libertad? Tienes acceso, pero a un precio que nunca termina.

Y la gran pregunta es:
¿Estamos consumiendo más que nunca… o siendo consumidos por este nuevo sistema?

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *