Cuando hablamos de Pitágoras, lo primero que nos viene a la cabeza son las matemáticas: su famoso teorema, su escuela pitagórica y la idea de que “todo es número”. Sin embargo, este genio griego también guardaba una faceta bastante curiosa: un miedo irracional (o prohibición estricta) hacia las judías. Sí, esas mismas legumbres que hoy acompañan a un cocido o a una ensalada eran, para él, algo casi prohibido.
🧮 ¿Por qué las judías?
Existen varias teorías sobre esta extraña aversión:
- Razón médica: algunos estudiosos creen que Pitágoras padecía favismo, una enfermedad genética que provoca anemia y problemas graves al consumir habas. Así, más que superstición, podría haber sido un tema de salud.
- Razón mística: en la escuela pitagórica, las habas se asociaban al alma y al más allá. Comerlas podía significar “mezclarse con los muertos”. Para sus seguidores, la legumbre tenía un vínculo con lo sagrado y debía evitarse.
- Razón simbólica: otra interpretación es que las judías representaban la democracia griega, porque se utilizaban en las votaciones (con habas blancas o negras). Rechazarlas podía ser una manera de alejarse de la política de su tiempo.
Lo curioso es que, según cuenta la tradición, Pitágoras habría muerto huyendo de sus perseguidores, pero al llegar a un campo de habas se negó a cruzarlo… y eso lo condenó. Un final trágico marcado por su obsesión.
🤔 No era el único con rarezas
La historia de Pitágoras es solo un ejemplo de cómo los grandes filósofos tenían manías y costumbres peculiares:
- Diógenes de Sínope: vivía en un barril y despreciaba cualquier comodidad. Llegó a pasearse con una lámpara a pleno día diciendo que buscaba “un hombre honesto”.
- Heráclito: era apodado “el oscuro” porque escribía de forma enrevesada y casi poética. Además, despreciaba la política y se aisló voluntariamente del resto de la ciudad.
- Platón: aunque hoy lo recordamos como un idealista, también fue un gran deportista; compitió en Juegos Olímpicos de lucha antes de dedicarse por completo a la filosofía.
🌱 Reflexión final
La prohibición de Pitágoras frente a las judías nos muestra cómo la filosofía antigua mezclaba ciencia, religión, mitología y superstición en un mismo plano. Detrás del sabio matemático había un hombre lleno de miedos, símbolos y creencias extrañas que hoy nos parecen pintorescas.
Estas historias nos recuerdan que los filósofos no eran figuras frías y perfectas, sino personas con obsesiones, manías y contradicciones. Y quizá ahí radique parte de su atractivo: en que, al igual que nosotros, tenían fobias y rarezas que marcaron sus vidas.