Luces V16: ¿avance en seguridad vial o negocio disfrazado?

La Dirección General de Tráfico (DGT) ha decidido sustituir los tradicionales triángulos de preseñalización por las nuevas balizas V16 conectadas, obligatorias a partir de 2026. Según el organismo, el objetivo es claro: reducir los atropellos que se producen cuando un conductor tiene que bajar del coche para colocar los triángulos.

Sin embargo, esta medida plantea más preguntas que certezas. ¿Realmente es necesaria? ¿Se trata de una decisión enfocada al bien común o de un negocio multimillonario en el que los ciudadanos tendrán que volver a pasar por caja?


Un problema real, ¿con una solución sobredimensionada?

Los datos oficiales muestran que en 2022 fallecieron 42 personas atropelladas en carreteras españolas mientras señalizaban su coche averiado con los triángulos. Una tragedia, sin duda, pero conviene ponerla en perspectiva: en un país con 33 millones de vehículos en circulación, la cifra representa un porcentaje extremadamente bajo en el total de muertes por siniestralidad vial.

La V16 promete reducir estos casos, pero surge otra duda: ¿y qué ocurre cuando un vehículo se queda tirado en una curva cerrada, un cambio de rasante o un tramo sin visibilidad? En esos escenarios, la baliza apenas será visible hasta que otro coche esté demasiado cerca, aumentando el riesgo de colisión. El triángulo, colocado 100 metros antes, en ciertos contextos podría ser más útil, aunque a costa de la seguridad de quien lo coloca.


La apuesta por la “seguridad digital”

La DGT se escuda en la conectividad: la baliza enviará la ubicación del vehículo a la plataforma DGT 3.0, que difundirá avisos a paneles de carretera y a apps como Google Maps o Waze. Pero aquí entra otra grieta en la narrativa oficial:

  • ¿Cuántos coches en España realmente están “conectados”?
    Buena parte del parque automovilístico no dispone de sistemas de a bordo avanzados. Y aunque muchos conductores usan apps de navegación, no todo el mundo lleva el móvil conectado a la carretera.

En otras palabras, la supuesta “visibilidad virtual” puede quedarse a medias. Quien dependa únicamente de la luz física seguirá estando en riesgo en zonas de baja visibilidad.


Costes ocultos y el fantasma de la suscripción

Otro punto polémico es el económico. Cada baliza conectada cuesta entre 40 y 60 €, multiplicado por los 33 millones de vehículos en España, hablamos de más de 1.600 millones de euros en gasto colectivo.

La DGT asegura que la conectividad está incluida por 12 años “sin coste”. Pero la realidad es que ese servicio ya está pagado de antemano dentro del precio del dispositivo. Y la gran incógnita es: ¿qué pasará cuando pasen esos 12 años?

  • ¿Tendrán los conductores que pagar una suscripción anual para mantener el servicio activo?
  • ¿Se obligará a comprar una nueva baliza “versión 2.0”?

En cualquier caso, parece que estamos ante otro gasto recurrente asociado a tener un vehículo.


Quién gana con las V16

Los principales beneficiados están claros:

  • Fabricantes de balizas homologadas (Netun Solutions, FlashLED, SOS Road, entre otros).
  • Telecos como Vodafone o Telefónica, que proporcionan la conectividad M2M de los dispositivos.

El resultado: un mercado millonario generado por una medida que no tiene precedentes en Europa. De hecho, España es el primer país que obliga a usar un dispositivo de este tipo; en otros lugares simplemente se recomienda no colocar triángulos en autopistas, pero no se ha impuesto un sustituto tecnológico de pago.


¿Seguridad o negocio?

No cabe duda de que la V16 aportará beneficios: más rapidez de uso, más visibilidad nocturna y menos riesgo de atropello. Pero la medida también trae consigo costes económicos masivos, limitaciones prácticas y un negocio garantizado para unos pocos sectores.

Mientras tanto, alternativas más baratas y ya disponibles —como aprovechar el sistema eCall que llevan los coches nuevos desde 2018, o implementar un aviso en la propia app de la DGT— no han sido exploradas con seriedad.


Conclusión

La implantación de las luces V16 conectadas se mueve en un delicado equilibrio entre la seguridad vial y el interés económico. ¿Salvarán vidas? Sí, probablemente. ¿Era la única manera de hacerlo? No está tan claro.

Lo que sí es evidente es que, una vez más, los conductores españoles tendrán que adaptarse a un nuevo gasto obligatorio, mientras se abre un mercado millonario para fabricantes y operadoras.

En definitiva: seguridad, sí. Pero también negocio. El tiempo dirá si esta medida cumple con su promesa de salvar más vidas de las que pone en riesgo.


Una experiencia personal que deja dudas

Hace apenas unos días me encontré con una situación que refleja bien esta polémica. Conducía por una carretera con una curva cerrada y de repente apareció un coche parado justo en medio de la vía con la luz V16 colocada en el techo. No había más aviso. Para evitar el choque tuve que invadir el carril contrario y, por suerte, no venía nadie de frente. Si ese conductor hubiese colocado un triángulo antes de la curva, probablemente yo habría tenido tiempo de reaccionar con calma y no llevarme ese susto.


👉 ¿Qué opinas tú? ¿La V16 es un paso adelante o un gasto impuesto con más riesgos de los que aparenta?

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