Tras un inicio de temporada marcado por lesiones, egos y altibajos, los Los Angeles Lakers de Phil Jackson encontraron su ritmo en el momento justo. Con un Shaquille O’Neal imparable bajo el aro y un joven Kobe Bryant en plena evolución, se transformaron en una de las versiones más intimidantes de la historia del baloncesto.

Temporada regular: menos brillo, mismo peligro

A diferencia de otros equipos legendarios, estos Lakers no batieron récords en temporada regular. Finalizaron con un balance de 56‑26, fueron segundos en ataque (108,4 puntos por partido), aunque su defensa se mantuvo en niveles más discretos.

La primera mitad de la temporada estuvo marcada por problemas de química, pequeñas lesiones y una lucha interna de egos entre Shaq y Kobe. Pero cuando llegó la hora de la verdad, el talento pudo más que las diferencias. En la recta final, afinaron su juego y dejaron claro que iban a ser un hueso durísimo en playoffs.

Playoffs: pura destrucción

Lo que siguió fue una exhibición histórica. Los Lakers barrieron 3‑0 a Portland, luego pasaron por encima de Sacramento (4‑0) y San Antonio (4‑0), para después cerrar las Finales con un 4‑1 ante los Philadelphia 76ers de Allen Iverson.

El balance total fue de 15‑1 en playoffs, una marca inédita hasta entonces, que solo se vería superada en porcentaje años después por los Warriors de 2016-17.

Shaquille O’Neal fue una fuerza de la naturaleza en las Finales, promediando 33,0 puntos y 15,8 rebotes por partido, y llevándose el premio MVP de las Finales. Por su parte, Kobe Bryant dio un salto definitivo en madurez y liderazgo, consolidando una dupla que se volvió leyenda.

Quinteto y banquillo

El quinteto titular más habitual de aquellos Lakers fue:

• Derek Fisher (Base)
• Kobe Bryant (Escolta)
• Rick Fox (Alero)
• Horace Grant (Ala-pívot)
• Shaquille O’Neal (Pívot)

Desde el banquillo, el equipo contaba con piezas valiosas como:

• Robert Horry (clutch total en momentos clave)
• Brian Shaw (veterano versátil)
• Devean George (energía defensiva)
• Tyronn Lue (sí, el mismo que Iverson «saltó» en aquel mítico primer partido de las Finales)

Un equipo construido para dominar por dentro con Shaq, pero que también sabía cerrar partidos desde el perímetro y defender como pocos.

Legado: una dinastía en marcha

Este equipo fue el corazón del three-peat de los Lakers (2000-2002), y para muchos, su versión más dominante. El dúo Shaq-Kobe quedó inmortalizado como una de las parejas más demoledoras que ha dado el deporte, y esta temporada 2000-01 como su pico de excelencia.

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