Hubo un tiempo en el que Google soñó con reinventar por completo la forma en que usamos los smartphones. Ese sueño se llamó Project Ara, y prometía nada menos que convertir el móvil en un dispositivo totalmente modular, al estilo de un PC de sobremesa: un esqueleto base al que ir añadiendo piezas —pantalla, batería, cámara, procesador, memoria— como si fueran bloques de Lego.
La idea era tan ambiciosa como revolucionaria: teléfonos personalizables a medida de cada usuario, con la posibilidad de actualizar partes concretas cada pocos años sin tener que cambiar el dispositivo completo. Imagina poder elegir entre distintos chasis (más pequeño, mediano o phablet) y decidir si prefieres invertir en una gran cámara, más batería o potencia bruta. Una especie de móvil a la carta.
Un concepto adelantado a su tiempo
Project Ara nació dentro de Motorola ATAP (cuando Motorola todavía pertenecía a Google) y pronto se nutrió de la filosofía Phonebloks, aquella propuesta viral del diseñador Dave Hakkens en 2013. La idea encajó: ¿por qué no construir teléfonos que evolucionen pieza a pieza en lugar de desecharlos enteros cada dos años?
En prototipos como el Spiral 2, Google llegó a mostrar un sistema funcional con módulos acoplables mediante imanes electro-permanentes, intercambiables incluso en caliente. La promesa era clara:
- Personalización total: potencia lo que más uses (cámara, audio, batería, sensores).
- Actualizaciones incrementales: cambia solo lo que se queda obsoleto, como hacemos en los PCs.
- Ahorro y sostenibilidad: menos gasto en móviles nuevos, menos residuos electrónicos.
- Accesorios y estética a medida: módulos con diseños intercambiables, incluso impresos en 3D.
Google hablaba de un móvil para 6.000 millones de personas, uniendo a quienes ya usaban smartphones con aquellos que solo tenían móviles básicos.
¿Por qué no llegó a despegar?
Lo cierto es que Ara tropezó con su propia ambición. Los retos eran enormes:
- Técnicos: el sistema hacía los móviles más gruesos y pesados (se estimaba un 25% más que uno convencional), con problemas de batería, robustez y rendimiento.
- Económicos: los módulos encarecían el producto y requerían un ecosistema de fabricantes que nunca llegó a consolidarse.
- De mercado: el público estaba acostumbrado a móviles delgados, rápidos y listos para usar, no a un puzzle tecnológico que dependía de terceros.
En 2016, Google cambió el rumbo: Ara pasó a ser un móvil con núcleo fijo, dejando la modularidad solo para accesorios como cámaras o altavoces. Y unos meses más tarde, se anunció oficialmente la cancelación definitiva del proyecto.
Lo que habría significado
Universalizar un concepto como Ara habría cambiado las reglas del juego. Teléfonos con ciclos de vida de 5 o 6 años, donde bastaba cambiar la cámara, añadir más memoria o mejorar la batería. Un modelo con impacto directo en el bolsillo de los usuarios y en la reducción de residuos electrónicos, uno de los grandes problemas actuales de la industria tecnológica.
Incluso accesorios como fundas, carcasas o mods podrían haber seguido un estándar común, evitando la obsolescencia de cada generación. En resumen, un mundo donde el móvil evolucionara contigo en lugar de quedarse atrás en dos años.
Otros intentos: Fairphone y Moto Z
Aunque Ara se quedó en prototipo, hubo marcas que exploraron el camino:
- Fairphone apostó por la modularidad desde la sostenibilidad: teléfonos fáciles de reparar, con módulos básicos (cámara, batería, pantalla) reemplazables. No tan flexibles como Ara, pero con éxito en su nicho ético.
- Moto Z (2016) ofreció modularidad con accesorios magnéticos (“Moto Mods”), desde proyectores hasta altavoces JBL. Funcionaban bien, pero eran caros y nunca lograron popularizarse.
Conclusión
Project Ara fue probablemente la visión más ambiciosa que ha existido en torno a los móviles modulares. Un futuro donde cada persona tendría un smartphone único, reparable y duradero. Pero los problemas técnicos y de mercado lo enterraron antes de llegar al gran público.
Hoy seguimos con teléfonos cada vez más potentes pero también más uniformes. Ara quedó como un recordatorio de lo que pudo ser: una tecnología que habría democratizado la personalización, reducido el e-waste y acercado el mundo de los smartphones a la lógica evolutiva de los PCs.
👉 Pregunta a los lectores:
¿Hubieras apostado por un smartphone modular si Google hubiera lanzado Ara al mercado?