10 Casos en que se Prima el Beneficio al Impacto Ambiental: La Obsolescencia Programada

La obsolescencia programada no es algo nuevo. Desde hace más de un siglo, las grandes compañías han encontrado formas de reducir la vida útil de sus productos para forzar al consumidor a volver a comprar. Una práctica que maximiza beneficios, pero que deja un enorme impacto ambiental al generar toneladas de residuos innecesarios.

El origen: la bombilla que nunca muere

El primer caso conocido se remonta a las bombillas. A principios del siglo XX, varios fabricantes se pusieron de acuerdo para limitar su vida útil a 1.000 horas. Sin embargo, la bombilla de Livermore, en California, lleva encendida más de 100 años, demostrando que es técnicamente posible fabricar bombillas mucho más duraderas.

1. AirPods y dispositivos sellados

Los famosos auriculares de Apple se han convertido en símbolo moderno de la obsolescencia. Sus estuches están sellados, lo que hace imposible reemplazar la batería cuando se degrada. En la práctica, se obliga al consumidor a comprar un producto nuevo en lugar de repararlo.

2. Mandos de consolas (Xbox, Nintendo, PlayStation)

El temido “drift” en los joysticks es ya un clásico. Se trata de un fallo recurrente que provoca movimientos fantasmas y hace casi imposible jugar. Aunque existen tecnologías como los joysticks magnéticos, las grandes compañías siguen fabricando mandos con piezas propensas a fallar para fomentar la compra de nuevos.

3. Smartphones y baterías internas

Hasta hace unos años podías cambiar fácilmente la batería de tu móvil. Hoy, la mayoría de teléfonos traen baterías selladas y rodeadas de adhesivos, lo que dificulta cualquier reparación casera. A esto se suma la degradación por software, como los casos reconocidos en Apple y Samsung, que ralentizan los dispositivos con actualizaciones.

4. Ropa y el “fast fashion”

La moda rápida es otro ejemplo claro: materiales baratos que se desgastan rápido y cambios de temporada que incentivan a comprar lo nuevo y desechar lo anterior, aunque siga en buen estado. La industria textil es, de hecho, una de las más contaminantes del planeta.

5. Calzado deportivo

Las zapatillas de deporte siguen el mismo patrón: suelas que se despegan en pocos meses y lanzamientos constantes de nuevos modelos que fomentan la compra por moda más que por necesidad.

6. Coches modernos y bloqueos digitales

Hoy en día, los coches son casi ordenadores con ruedas. Muchas marcas bloquean reparaciones fuera de talleres oficiales con software propietario. Tesla, por ejemplo, vende coches con baterías más grandes físicamente, pero limitadas digitalmente: si quieres más autonomía, toca pagar. BMW incluso llegó a plantear una suscripción para usar la calefacción de los asientos.

7. Impresoras y cartuchos

HP y Epson son especialistas en limitar al consumidor. Con actualizaciones de firmware bloquean cartuchos compatibles de terceros, obligando a comprar los originales, más caros. Una práctica criticada por asociaciones de consumidores en todo el mundo.

8. Electrodomésticos modernos

Lavadoras, neveras o lavavajillas de marcas como Whirlpool o Indesit fallan mucho antes que los modelos antiguos. ¿El motivo? Placas electrónicas sensibles que no soportan calor ni humedad. Las reparaciones suelen costar casi tanto como un aparato nuevo.

9. Microsoft Surface Laptop (1ª y 2ª generación)

Un auténtico desastre en términos de reparabilidad: pegamento por todas partes, componentes soldados y cero posibilidades de acceder a piezas internas. La propia iFixit lo calificó con un 0/10 en reparabilidad.

10. Aspiradoras Dyson V10/V11

A pesar de su marketing sobre durabilidad, la batería de estos modelos suele agotarse en 2-3 años. La reparación oficial es tan cara que muchos consumidores terminan comprando una nueva aspiradora. Otro ejemplo de cómo se fuerza al reemplazo completo aunque el motor siga en buen estado.


📌 Patrón común en todos los casos

  • Baterías internas selladas → mueren en 2-3 años.
  • Adhesivos y soldaduras → hacen casi imposible abrirlos.
  • Repuestos limitados o inexistentes → obligan a sustituir el producto entero.
  • Software restrictivo → bloquea reparaciones o funciones hasta que pagues.

En definitiva, la obsolescencia programada no es solo una molestia para el consumidor, sino un enorme problema ambiental. La pregunta es: ¿seguiremos aceptando este modelo de consumo o exigiremos productos más sostenibles y reparables?

Etiquetado:

Deje un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *